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lunes, 31 de diciembre de 2012

La fe de un observador Conversaciones con Hugh Nibley

Hugh Winder Nibley (27 de marzo de 1910 - 24 de febrero de 2005) fue un profesor de la Universidad Brigham Young. Sus trabajos -los cuales en su mayoría intentaron dar evidencias arqueológicas, lingüísticas e históricas de las propuestas de Joseph Smith Jr.- aunque no sean posición oficial de la Iglesia de Jesucristo de los santos de los ultimos dias, si son muy tenidas en cuenta por la comunidad.

Escritor y profesor prolífico, de la Biblia y del Libro de Mormón en BYU, tenía fluidez en numerosas lenguas, incluyendo el latín clásico, griego, hebreo, egipcio, copto, árabe, alemán, francés, inglés, italiano y español. Estudió neerlandés y ruso durante la Segunda Guerra Mundial. También estudió inglés antiguo y búlgaro antiguo, y su fluidez en antiguo norse le permitió leer una enciclopedia entera en noruego.

Escribió y dio charlas sobre las escrituras y sobre temas doctrinales, publicó numerosos artículos en las revistas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Su An Approach to the Book of Mormon lo tomó la Iglesia SUD en 1957 como un manual de estudio religioso.

en el video el explica sobre la fe y otros principios del evangelio. un material valioso por su contenido espiritual.





La fe de un observador Conversaciones con Hugh Nibley

domingo, 30 de diciembre de 2012

CUÁNDO, CON QUIÉN, Y POR QUÉ NOS CASAMOS John Bytheway

Recuerdo que hace algunos años alguien me llamo de la revista New Era y me pregunto si estaría dispuesto a escribir un articulo para posible publicación. La edición completa de la revista iba a estar enfocada en la amistad. Cuando me dijeron el tema, me pregunte por qué querrían que yo escribiera sobre este tema en particular. El titulo del articulo era: “¿Por que no tengo amigos? -¡Hermano John, usted fue el que primero se nos paso por la mente!

Entonces si buscan la revista New Era de Junio de 1988, encontraran un artículo llamado: “No tengo amigos”, por John Bytheway.

Mientras escribía el artículo recordé algo que me ocurrió después de una convención de jóvenes a la que asistí. Un Joven con lágrimas en los ojos se me acerco y me preguntó: ¿Qué hago para hacer que la gente me quiera? Lo pensé por un momento, finalmente le dije… “Creo que no puede forzar a nadie a que quererlo, pero tal vez si pueda hacer de usted mismo una persona más fácil de querer. Usted no siempre puede cambiar el corazón y la mente de las personas, pero sí tiene la capacidad de cambiarse a sí mismo.”

A veces como adolescentes o como adultos nos enfocamos en cosas que no podemos controlar. Algunos de nosotros nos obsesionamos tanto por un deporte al punto de que nuestro estado de ánimo se ve afectado por el resultado de nuestro equipo en el último partido. Por ejemplo: Conozco personas que pasan noches enteras sin dormir por que su equipo favorito de la NBA perdió en la final. Personalmente soy hincha del Jazz de Utah, y he tenido que repetirme una y otra vez: John, no puedes poner tus sentimientos en cosas que no puedes controlar.

Unas de las cosas en las que los jóvenes adultos mas piensan es en el noviazgo y en el matrimonio. Aunque muchas personas encuentran rápida y fácilmente a alguien con quien casarse, otros encuentran mucha dificultad en este proceso. Es a éstos a quienes principalmente me gustaría hablar hoy.

Imagínese a usted sentado frente a un gran piano de cola, las luces del salón hacen brillar las teclas y la madera cuidadosamente pulida; el salón esta lleno de personas y usted es quien se sienta en la silla frente al piano. La partitura puesta sobre el piano es una pieza a cuatro manos llamada: Matrimonio (Dueto). Durante la noche algunos se acercan a usted y con una mirada confusa le preguntan:

- ¿Hey, por que no tocas esa pieza?


Usted responde:

- Me gustaría pero es un dúo, necesito que alguien se siente a mi lado y la toque conmigo.

- Bueno, tal vez usted no se esta esforzando lo suficiente; murmuran mientras se alejan...

miércoles, 21 de septiembre de 2011

EL LIBRO DE MORMÓN. COMENTARIO A LA EDICION DE 1981

En las ediciones anteriores del Libro de Mormón publicadas en inglés, se han perpetuado algunos pequeños errores que se han reflejado en las traducciones al español. Esta edición contiene las correcciones que se ha estimado conveniente hacer a fin de que la obra esté de conformidad con los manuscritos originales, así como con las primeras ediciones revisadas por el profeta José Smith. En la Serie de Simposios sobre el Libro de Mormón, George A. Horton, Jr. Afirma:

“Aún antes de que la edición de 1981 fuera publicada, un cuidadoso estudiante de los manuscritos originales y de las copias impresas dijo, ‘El gran valor que tienen estos manuscritos primeros es que en su mayor parte son la prueba de la exactitud del Libro de Mormón actual, el 99.9 % de la totalidad del texto, se ha publicado correctamente.’

Cuando el profeta José Smith dijo que ‘El Libro de Mormón era el más correcto de los libros sobre la tierra,’ es evidente que no se refería a gramática, puntuación, o deletreo. Él se refería a la claridad y profundidad de la doctrina, a la misión y mensaje del libro, al espíritu de inspiración que fomenta, al divino deseo que enciende la chispa en el alma, para efectuar el ‘poderoso cambio,’ y al amor inseparable del Señor, que él trae a nuestros corazones.”

Para un reporte más minucioso de problemas de deletreo específico, tipografía, puntuación, vea el capítulo 14 de la Serie de Simposios sobre el Libro de Mormón, por George A. Horton, Jr. Editores: Paul R. Cheesman, Monte S. Nyman, y Charles D. Tate, Jr. Provo, Utah: Centro de Estudios Religiosos, BYU, 1988-1995.

“Al resumir la importancia de las nuevas ediciones de las escrituras, el Élder Packer comenta,

'La publicación de la versión Rey Santiago de la Biblia de los Santos de los Últimos Días y la nueva combinación triple con todas sus ayudas son de una importancia formidable para todos los miembros de la iglesia. Todo lo que se podía hacer, se ha hecho para ayudar a abrir las escrituras a los miembros de tal manera que puedan conocer el evangelio de Jesucristo'”

¿Qué contenían las planchas de bronce de Labán?

La descripción de Nefi lo explica por sí misma. Las planchas de bronce contenían la historia de los Judíos desde la creación, hasta los días de Lehí. Incluía las profecías del antiguo testamento escritas antes de los días de Lehí. Incluso las profecías de Jeremías, un contemporáneo de Lehí, estaban en las planchas. (ver 1 Ne 5:13). Casi todos las profecías de los principales profetas fueron registradas. El registro Nefita no hubiera podido incluir las profecías de Daniel, Ezequiel, Miqueas, o Malaquías. Esto se deja ver en el ministerio del Salvador entre los Nefitas. En ese tiempo, el Señor se asegura de que las más importantes escrituras fuesen parte de los anales Nefitas. Esto requirió que el Salvador parafraseara algunas de las profecías del Antiguo Testamento, ya sea por su gran importancia doctrinal o por no estar en los registros de los Nefitas. Un cuidadoso estudio de 3 Nefi, demuestra que a quienes más citó el Salvador fueron Isaías, Miqueas y Malaquías.

Las planchas de bronce constituían un inmenso haber de literatura, mayor que nuestro actual Antiguo Testamento. Esto se refleja en la afirmación de Nefi, y es (la Biblia actual) una narración semejante a los grabados sobre las planchas de bronce, aunque menos en número (1 Ne 13:23). Las planchas de bronce, obviamente contenían una cantidad considerable de literatura, que ya no se puede encontrar en nuestro Antiguo Testamento. Contenía las palabras de muchos profetas, cuyo mensaje, si no fuera por el Libro de Mormón, se hubieran perdido en el mundo. Fueron hombres que enseñaron claramente de un Mesías que vendría en la carne a redimir a su pueblo. Estos profetas incluyeron a Zenoc, Zenós y Neum (ver guía para el estudio de las escrituras).

1 Nefi 5:11 los cinco libros de Moisés

Los cinco libros de Moisés se conocen como el "Pentateuco." El diccionario de la Biblia lo define como:

"Una palabra griega que significa ‘libro dividido en cinco estuches’, un nombre dado a los cinco libros con que empieza nuestra Biblia y que contiene la Torá o ley de Israel. El Penteteuco fue escrito por Moisés, aunque es evidente que él utilizó otras fuentes documentales, de las cuales compendió el Génesis, además utilizó la divina revelación que se le dio. Es también evidente que los escribas y copistas dejaron su huella en el Pentateuco que tenemos actualmente; por ejemplo, la explicación de la supuesta muerte de Moisés (Deut. 34:5-2) fue añadida seguramente por una mano posterior. Pero la revelación de los últimos días confirma que Moisés fue el autor de los primeros cinco libros de la Biblia."
Los primeros cinco libros de Moisés representan lo más importante del canon Judío. La Torá es la biblia Judía y no contiene otra cosa que los cinco primeros libros de Moisés. El Talmud contiene muchos otros escritos del Antiguo Testamento, pero éstos son considerados de menor importancia – doctrinal e histórica.

domingo, 8 de mayo de 2011

¿Por qué Jesús es llamado el Hijo del Hombre?

Esta pregunta es particularmente extraña cuando uno se da cuenta de que existen otros personajes en las Escrituras (especialmente en el Antiguo Testamento) que son llamados “hijo(s) de hombre” (Jeremías 49:18, Ezequiel 14:16, Salmos 8:4). El élder James E. Talmage, un erudito bíblico, aclara la respuesta mucho más elocuentemente que yo en su libro bastante recomendado, Jesús el Cristo. El dice:

“Al aplicar la designación a Sí mismo, el Señor utiliza invariablemente el artículo definido. ‘El hijo del Hombre’ fue y es, específica y exclusivamente, Jesucristo. Mientras que como un asunto de solemne certeza Él fue el único ser humano varón descendiente de Adam que no fue hijo de un hombre mortal, Él utilizó el título para demostrar definitivamente que era peculiar y exclusivamente Él mismo. Es evidentemente claro que la expresión tiene un significado más profundo que lo expresado por las palabras de uso común. Esta denominación característica ha sido construida por muchas personas para indicar la humilde estación de nuestro Señor como un mortal, y para connotar que Él permaneció como el tipo de humanidad, llevando una relación única y particular para toda la familia humana.”


Otros son llamados por el título “hijo de hombre”, pero sólo el Señor Jesucristo es llamado El Hijo del Hombre. Dijo el Espíritu del Señor al profeta Nefi: “¿Comprendes la condescendencia de Dios?” (1 Nefi 11:16; énfasis agregado). Pero como dice Talmage: “Existe, sin embargo, un mayor significado agregado al uso del título del Señor ‘El Hijo de Hombre’; y eso descansa en el hecho de que Él sabía que Su Padre era el único y supremamente exaltado Hombre, cuyo Hijo Jesús era tanto en espíritu y en cuerpo –el Primogénito entre todos los hijos espirituales del Padre, el Unigénito en la carne- y por lo tanto, en sentido aplicable solamente a Sí mismo, Él fue y es el Hijo de ‘Hombre de Santidad’, Elohim, El Padre Eterno”.


Moisés escribió:

“Enséñalo, pues, a tus hijos, que es preciso que todos los hombres, en todas partes, se arrepientan, o de ninguna manera heredarán el reino de Dios, porque ninguna cosa inmunda puede morar allí, ni morar en su presencia; porque en el lenguaje de Adán, su nombre es Hombre de Santidad, y el nombre de su Unigénito es el Hijo del Hombre, sí, Jesucristo, un justo Juez que vendrá en el meridiano de los tiempos (Moisés 6:57).

En otras palabras, “El Padre tiene un cuerpo de carne y huesos, tangible como el del hombre; así también el Hijo; pero el Espíritu Santo no tiene un cuerpo de carne y huesos, sino es un personaje de Espíritu. De no ser así, el Espíritu Santo no podría morar en nosotros”. (Doctrina and Convenios 130:22).


José Smith dijo, “Los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los apóstoles y profetas concernientes a Jesucristo, que Él murió, fue sepultado y se levantó al tercer día y ascendió a los cielos; y todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente apéndices de esto” (Enseñanzas del Profeta José Smith, 121). Ya que “todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente apéndices a [Jesucristo]”, y ya que el Antiguo Testamento es algo “que pertenece a nuestra religión”, entonces El Antiguo Testamento debe dar testimonio de Jesucristo de alguna manera.


Sin embargo, lo en cierto modo espantosa naturaleza del sacrificio de sangre [en el Antiguo Testamento] ha llevado a hacer la pregunta: “¿Cómo pudo tener alguna relación tal actividad con el evangelio de amor?” Podemos entender mejor la respuesta a esa pregunta cuando entendemos los dos propósitos principales de la ley de sacrificio. Estos propósitos se aplicaron a Adán, Abraham, Moisés y a los apóstoles del Nuevo Testamento, y ahora ellos los aplican a nosotros a medida que aceptamos y vivimos la ley de sacrificio. Los dos propósitos principales son examinarnos, probarnos y ayudarnos a venir a Cristo” 


(M. Russel Ballard, “La Ley del Sacrificio”, Ensign, Octubre 1998,7).

domingo, 20 de febrero de 2011

¿El Libro de Moisés Restaura el Conocimiento de Satanás?

El versículo 23 del capítulo 1 de Moisés dice "Y Moisés dio testimonio de esto; pero no existe entre los hijos de los hombres por motivo de la iniquidad." Moisés se está refiriendo a la experiencia que tuvo frente a Satanás. Dentro de los muchos planes y estrategias de Satanás está la de ocultar información sobre él, incluso Nefi nos informa que él desea que las personas lleguen a pensar que Satanás no existe (2 Nefi 28:22).

Moisés nos informa que el relato de la experiencia de él con Satanás fue quitado de la Biblia, juntos con otras cosas “claras y preciosas”, las cuales tendrían un efecto negativo en las personas. Nefi nos dice: “Y después que se quitaron estas cosas claras y de gran valor, va entre todas las naciones de los gentiles; y luego que va entre todas las naciones de los gentiles, sí, aun hasta el otro lado de las muchas aguas que has visto, entre los gentiles que han salido del cautiverio, tú ves que —a causa de las muchas cosas claras y preciosas que se han quitado del libro, cosas que eran claras al entendimiento de los hijos de los hombres, según la claridad que hay en el Cordero de Dios—, a causa de estas cosas que se han suprimido del evangelio del Cordero, muchísimos tropiezan, sí, de tal modo que Satanás tiene gran poder sobre ellos” (1 Nefi 13:29).

Increíblemente, la primera vez que se menciona a Satanás en la Biblia es en 1 Crónicas 21:1, y su nombre aparece sólo en diecinueve ocasiones en el Antiguo Testamento, catorce de las cuales están en el Libro de Job. La palabra “diablo” no aparece en el Antiguo Testamento pero aparece numerosas veces en el Nuevo Testamento.

El libro de Génesis no establece ninguna relación entre la serpiente que tienta a Eva con Satanás, lo que lleva a algunos críticos de la Biblia creer que la existencia de Satanás en la religión judía fue adquirida durante el exilio en Babilonia.

En tan sólo los ocho capítulos del Libro de Moisés el nombre de Satanás aparece treinta y dos veces. El Libro de Moisés restaura el conocimiento de la existencia de Satanás como un ser real, como a continuación se muestran lo que este libro registra sobre Satanás que no se encuentra en la Biblia:


La tentación de Moisés (1:12-22)

La tentación de Adán y Eva (3:25; 4:5-8)

El origen de Satanás (4:1-4)

El tentador de los hijos e hijas de Adán y Eva (5:12-13)

Caín y Satanás (5:17-23)


Cómo Moisés rechazó a Satanás


Creo que la experiencia que tuvo Moisés con Satanás nos deja algunas enseñanzas valiosas. El hecho de tener experiencias espirituales con frecuencia nos ayudan a distinguir con más claridad el engaño. Moisés venía de tener una experiencia maravillosa con Jehová, la recordaba perfectamente porque había sido hace algunas horas. Es por eso que él puede distinguir con claridad la no gloria de Lucifer, sus tinieblas, y recordaba exactamente cómo era la gloria que lo había cubierto al conversar con el Señor.

“Y aconteció que cuando Moisés hubo pronunciado estas palabras, he aquí, Satanás vino para tentarlo, diciendo: Moisés, hijo de hombre, adórame. Y sucedió que Moisés miró a Satanás, y le dijo: ¿Quién eres tú? Porque, he aquí, yo soy un hijo de Dios, a semejanza de su Unigénito. ¿Y dónde está tu gloria, para que te adore? Porque he aquí, no hubiera podido ver a Dios, a menos que su gloria me hubiera cubierto y hubiera sido transfigurado ante él. Pero yo puedo verte a ti según el hombre natural. ¿No es verdad esto? Bendito sea el nombre de mi Dios, porque su Espíritu no se ha apartado de mí por completo, y por otra parte, ¿dónde está tu gloria?, porque para mí es tinieblas. Y puedo discernir entre tú y Dios; pues él me dijo: Adora a Dios, porque a él sólo servirás” (Moisés 1: 12-15).

A Moisés le bastó con su propio discernimiento para descubrir la farsa de Satanás. No fue el mismo caso con José Smith, quien al aparecerse Satanás no lo pudo distinguir como claridad, ya que apareció como un ángel de luz. José necesitó de la ayuda divina, los cielos enviaron a Miguel para ayudarle a distinguir la verdadera gloria: “¡La voz de Miguel, en las riberas del Susquehanna, discerniendo al diablo cuando se apareció como ángel de luz!” (D y C 128:20).

Si José, que tuvo experiencias únicas con la divinidad, experimentó dificultad en poder distinguir a Satanás, veremos la necesidad de vivir este principio que enseña Moisés, de que en la medida que experimentemos con mayor frecuencia nuestras experiencias espirituales, al venir Satanás y presentarse como una duda razonable, algo que no es tan malo, etc. cualquier tipo de engaño, podremos tener fresco en nuestra memoria y en todos nuestros sentidos lo que es seguir a la luz, y distinguiremos con claridad su intento vacío.

viernes, 18 de febrero de 2011

Cuando te hayas convertido

ÉLDER D. TODD CHRISTOFFERSON 

De la Presidencia de los Setenta
Suplica a Dios en el nombre de Cristo que escriba el Evangelio en tu mente, a fin de que tengas entendimiento, y en tu corazón, para que te agrade hacer Su voluntad.
ÉLDER D. TODD CHRISTOFFERSONMis comentarios se dirigen en particular a ti, joven, y a ti, jovencita, aunque espero que sean útiles para todos.
Hace años, cuando era presidente de estaca, vino un hombre a confesar una transgresión. Su confesión me sorprendió; por años había sido miembro activo de la Iglesia y me preguntaba cómo una persona con su experiencia podría haber cometido semejante pecado. Después de meditar en ello, se me ocurrió que ese hermano nunca había tenido una verdadera conversión. A pesar de su actividad en la Iglesia, el Evangelio no había penetrado en su corazón; era sólo una influencia externa en su vida. Cuando estaba en entornos propicios, guardaba los mandamientos, pero en medios diferentes, dejaba que otras influencias controlaran sus acciones.
¿Cómo te puedes convertir tú? ¿Qué puedes hacer para que el Evangelio de Jesucristo no sólo influya en tu vida, sino que sea la influencia dominante, y de hecho, el núcleo de lo que eres? El antiguo profeta Jeremías dijo que la ley de Dios, el Evangelio, debería estar escrito en nuestros corazones. Hizo referencia al Señor, que se dirigía a nosotros, Su pueblo en los últimos días: “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”1.
¿Quieres que esto te ocurra a ti? Yo te puedo decir cómo lo puedes lograr, pero debe ser algo que tú desees. El Evangelio no se puede escribir en tu corazón a menos que tengas un corazón receptivo. Sin tener un deseo sincero, puedes participar en las reuniones sacramentales, en las clases y actividades de la Iglesia y hacer las cosas que yo te diga, pero eso no tendrá efecto alguno; pero si tienes un corazón receptivo y dispuesto, como el de un niño2, permíteme decirte lo que puedes hacer para ser convertido.
En primer lugar, debes dejar a un lado cualquier sentimiento de orgullo, que es tan común en el mundo de hoy; me refiero a la actitud que rechaza la autoridad de Dios para gobernar nuestra vida. El Señor describió esa actitud a José Smith, cuando dijo: “No buscan al Señor para establecer su justicia, antes todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la imagen de su propio dios”3. Hoy día se oye expresado en frases como éstas: “Haz lo que te plazca”, o “Lo bueno o lo malo dependen de lo que yo considere conveniente”. Esa actitud es una rebelión contra Dios, así como Lucifer se rebeló contra Dios en el mundo preterrenal rechazando el derecho de Dios de declarar la verdad y establecer la ley4. Satanás deseaba, y aún desea, el poder para declarar por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo. Nuestro amado Creador no nos obliga a aceptar Su autoridad, pero el estar dispuestos a someternos a esa autoridad es el primer paso hacia la conversión.
Además, para que el Evangelio esté “escrito en tu corazón”, es necesario que sepas lo que es y que llegues a comprenderlo más plenamente, lo cual significa que debes estudiarlo5. Cuando digo “estudiarlo”, me refiero a algo más que leerlo. A veces es bueno leer un libro de las Escrituras en un periodo establecido a fin de obtener una impresión general de su mensaje, pero para los fines de la conversión, debes prestar más atención al tiempo que pases en las Escrituras que a la cantidad de texto que leas en ese tiempo. A veces te imagino leyendo algunos versículos, deteniéndote a meditar en ellos, volviéndolos a leer con detenimiento y, al pensar en lo que significan, orando para recibir entendimiento, haciéndote preguntas en tu mente, esperando recibir impresiones espirituales y anotando las impresiones e ideas que recibas para recordarlas y aprender más. Al estudiar de este modo, tal vez no leas muchos capítulos o versículos en media hora, pero harás lugar en tu corazón a la palabra de Dios, y Él se dirigirá a ti. Ten presente la descripción de Alma en cuanto a lo que se siente: “…empieza a ensanchar mi alma; sí, empieza a iluminar mi entendimiento; sí, empieza a ser deliciosa para mí”6. Sentirás que el Evangelio se escribirá en tu corazón, que tu conversión se está llevando a cabo, a medida que la palabra del Señor, mediante Sus profetas pasados y presentes, se haga cada vez más deliciosa para tu alma.
Mencioné la oración a medida que estudias para comprender las Escrituras, pero tus oraciones no se deben limitar a esa súplica. En el Libro de Mormón, Amulek nos dice que debemos orar en cuanto a todo lo de nuestra vida; él dice: “…[derramad] vuestra alma en vuestros aposentos, en vuestros sitios secretos y en vuestros yermos”7. Tu Padre Celestial desea que ores en cuanto a tus esperanzas y temores, tus amigos y familia, tus estudios y tu trabajo, y las necesidades de los que te rodean. Más que nada, debes orar para tener el amor de Cristo. Este amor se da a aquellos que son verdaderos discípulos de Jesucristo y que lo suplican con toda la energía de sus corazones8. Ese amor es el fruto del árbol de la vida9, y el probarlo es una parte importante de tu conversión porque una vez que hayas sentido el amor que el Salvador tiene por ti, incluso la porción más pequeña, te sentirás seguro, y en tu interior crecerá el amor hacia Él y hacia nuestro Padre Celestial. En tu corazón desearás hacer lo que esos Seres Santos te pidan hacer. Ve con frecuencia a tus aposentos, a tus sitios secretos y a tus yermos. Da gracias a Dios por tus bendiciones; suplícale Su ayuda; pídele que te conceda el amor puro de Cristo; a veces el ayuno te será de ayuda.
Después que Amulek habló acerca de la oración, habló de algo que es otro elemento importante de la conversión: el servir a los demás. De otro modo, dijo él, “vuestra oración es en vano y no os vale nada”10. En otras palabras, para convertirte, no sólo debes tener un corazón receptivo al conocimiento del Evangelio y al amor de Dios, sino que debes llevar a la práctica la ley del Evangelio, ya que no puedes comprenderla ni apreciarla en su totalidad a menos que personalmente la pongas en práctica. Jesús dijo que vino para servir, no para ser servido11. Lo mismo debe ocurrir contigo; debes mirar a tu alrededor y cuidar a los demás; puedes ser caritativo, amigable, puedes compartir y ayudar en infinidad de maneras; y al hacerlo, el Evangelio de Jesucristo se convertirá en parte de tu ser.
Permíteme mencionar algo más. En tiempos antiguos, cuando las personas deseaban adorar al Señor y buscar Sus bendiciones, a menudo llevaban una ofrenda. Por ejemplo, cuando iban al templo, llevaban un sacrificio que colocaban en el altar. Después de Su expiación y resurrección, el Salvador dijo que ya no aceptaría holocaustos de animales; la ofrenda o sacrificio que aceptaría en adelante era el de “un corazón quebrantado y un espíritu contrito”12. Al buscar la bendición de la conversión, puedes brindar al Señor la ofrenda de tu corazón quebrantado o arrepentido y tu espíritu contrito u obediente. En realidad, es la ofrenda de ti mismo, de lo que eres y de lo que estás llegando a ser.
¿Hay algo en ti o en tu vida que sea impuro o indigno? Cuando logres deshacerte de ello, será una ofrenda para el Salvador. ¿Careces de un buen hábito o de una buena cualidad? Si lo adoptas y lo haces parte de tu carácter, le estarás haciendo una ofrenda al Señor13. A veces es difícil hacerlo, pero, ¿serían las ofrendas del arrepentimiento y de la obediencia ofrendas dignas si no te costaran nada?14. No tengas miedo del esfuerzo que se requiera; y recuerda: no tienes que hacerlo solo. Jesucristo te ayudará a hacer de ti una ofrenda digna. Su gracia te hará limpio, incluso santo. Finalmente, llegarás a ser como Él, “perfecto en Cristo”15.
Con la conversión, llevarás puesta una armadura protectora, “toda la armadura de Dios”16, y las palabras de Cristo, que vienen por el Espíritu Santo, te dirán todas las cosas que debes hacer17.
En 1992, dos misioneras en Zagreb, Croacia, regresaban a su apartamento una tarde después de concluir una charla, en un lugar ubicado a una distancia considerable, y empezaba a anochecer. Varios hombres que iban en el trolebús hicieron unos comentarios vulgares y su comportamiento era amenazador. Al sentirse en peligro, las hermanas se bajaron del trolebús en la parada siguiente, justo cuando las puertas se cerraban y nadie pudiera seguirlas. Habiendo evitado esa situación, se dieron cuenta de que no reconocían dónde se encontraban. Al volverse para pedir ayuda, vieron a una mujer; las misioneras le explicaron que estaban perdidas y le pidieron que las orientara. Ella sabía dónde podrían tomar otro trolebús que las llevara a casa y les dijo que la siguieran. Por el camino tuvieron que pasar frente a un bar con clientes que estaban sentados a lo largo de la acera en la penumbra. Esos hombres también parecían amenazadores. No obstante, las dos jovencitas tuvieron la clara impresión de que esos hombres no podían verlas; pasaron por allí, aparentemente invisibles para los que hubieran tenido intenciones de hacerles daño. Cuando las hermanas y su guía llegaron a la parada, el trolebús que necesitaban llegaba en ese momento; se volvieron para darle las gracias a la mujer, pero había desaparecido18.
A esas misioneras se les brindó una guía y otras bendiciones para protegerlas físicamente. Cuando tú te conviertas, tendrás protecciones semejantes que te alejarán de la tentación y de la maldad19. A veces la maldad no te encontrará; algunas veces serás protegido cuando no puedas ver la maldad, y aun cuando tengas que confrontarla directamente, lo harás con fe y sin temor.
Hemos hablado del deseo, de la sumisión a Dios, del estudio, de la oración, del servicio, del arrepentimiento y de la obediencia. De éstos, combinados con tu adoración y actividad en la Iglesia, provendrán el testimonio y la conversión. El Evangelio no será tan sólo una influencia en tu vida, sino que será la esencia de lo que eres en realidad. Suplica a Dios en el nombre de Cristo que escriba el Evangelio en tu mente, a fin de que tengas entendimiento, y en tu corazón, para que te agrade hacer Su voluntad20. Procura esa bendición con diligencia y paciencia, y la recibirás, porque Dios “misericordioso es y clemente… y grande en misericordia”21. De esto testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.

NOTAS

1. Jeremías 31:33. Ezequiel dijo que la conversión es como si el Señor nos quitara “el corazón de piedra” y nos diera un corazón que lo ama a Él y a Su Evangelio (véase Ezequiel 11:19–29). Sin duda, eso es lo que le sucedió al pueblo del rey Benjamín, cuando dijeron que habían tenido un cambio en sus corazones y ya no tenían disposición a obrar mal, “sino a hacer lo bueno continuamente” (Mosíah 5:2).
2. Véase Mateo 18:3–4.
3. D. y C. 1:16; véase también Helamán 12:6.
4. Véase D. y C. 76:25–29.
5. Somos sumamente afortunados de tener a la mano una gran porción de la palabra de Dios. En épocas pasadas de la historia del mundo, muy pocas personas tenían ejemplares de las Escrituras; trataban de recordar lo que podían siempre que escuchaban los pasajes de las Escrituras que se leían durante los sermones. ¡Qué bendición incomparable es el que tengas tu propio ejemplar para leerlo cada vez que desees hacerlo! Tú puedes ver cómo obra el Evangelio en las personas que fueron convertidas, desde la época de Adán hasta nuestros tiempos.
6. Alma 32:28.
7. Alma 34:26.
8. Véase Moroni 7:47–48.
9. Véase 1 Nefi 11:21–23.
10. Alma 34:28.
11. Véase Marcos 10:45. Cristo le dijo a Pedro que, una vez que se convirtiera, debía fortalecer a sus hermanos (véase Lucas 22:32).
12. 3 Nefi 9:20.
13. Además de las Escrituras, el folleto Para la fortaleza de la juventud, 2001, te puede servir de guía.
14. Una vez, cuando el rey David se preparaba para ofrecer un sacrificio al Señor, un siervo fiel dijo que daría al rey el lugar, los animales y la leña para hacer el sacrificio, pero David se negó, diciendo: “…por precio te lo compraré; porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada” (2 Samuel 24:24).
15. Véase Moroni 10:32–33.
16. Véase Efesios 6:13–17.
17. 2 Nefi 32:3.
18. Según el relato de la hermana Nicole Christofferson Miller.
19. Véase Mateo 6:13.
20. Véase Hebreos 8:10; 10:16.
21. Joel 2:13. “Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá” (D. y C. 88:63)

jueves, 3 de febrero de 2011

¿CREES EN CRISTO? O ¿LE CREES A CRISTO?


El Señor a dicho:

 “Y he aquí, os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios.


“y vendrá al mundo para redimir a su pueblo; y tomará sobre sí las transgresiones de aquellos que crean en su nombre; y éstos son los que tendrán vida eterna, y a nadie más viene la salvación”.


 

“Venid ahora, dice Jehová, y razonemos juntos:
“Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.”


“Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.”

“Por tanto, sed fieles; y he aquí, mirad, estoy con vosotros hasta el fin. Así sea. Amén.


Lamentablemente, hay muchos miembros de la Iglesia que no creen que esto sea posible. A pesar de que afirman tener un testimonio de Cristo y de Su evangelio, rechazan el Testimonio de las Escrituras y de los profetas en cuanto a las buenas nuevas de la expiación de Cristo. A menudo, tales personas se aferran ingenuamente a posiciones contradictorias sin siquiera comprender la naturaleza de dichas contradicciones.

Por ejemplo, es posible que crean que la Iglesia es verdadera, que Jesús es el Cristo, y que José Smith fue un profeta de Dios, mientras que al mismo tiempo se niegan a aceptar la posibilidad de ser completamente perdonadas y, con el tiempo, exaltadas en el reino de
Dios. Tales personas creen en Cristo, pero no le creen a Cristo. No obstante, las "buenas nuevas" del evangelio son buenas nuevas para mí, no porque prometen que otras personas mejores que yo se pueden salvar, sino porque prometen que yo puedo ser salvo -pese a todas mis limitaciones e imperfecciones.
Mientras no acepte esa posibilidad, mientras no le crea a Cristo cuando dice que Él puede  llevarme a Su reino y colocarme en un trono, no habré aceptado completamente las buenas nuevas del evangelio; habré, más bien, aceptado al mensajero y rechazado Su poderoso mensaje.

La fe es el primer principio del evangelio, pero tener fe no significa simplemente creer en sus declaraciones históricas. ¿Cree usted que la Iglesia es verdadera, que José Smith fue un profeta, y que el evangelio ha sido restaurado en los últimos días? Muy bien, pero eso no es suficiente.

El primer Artículo de Fe expresa claramente que debemos tener fe en el Señor Jesucristo. A menudo pensamos que tener fe en Cristo significa creer en Su identidad como el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. Pero creer en la identidad de Jesús como el Cristo, es apenas la mitad de este asunto. La otra mitad es creer en Su capacidad, en Su poder de purificar y salvar -de convertir en personas dignas a los indignos hijos e hijas de Dios.

No sólo debemos creer que Él es quien dice ser, sino que también debemos creer que Él puede hacer lo que dice poder hacer. No solamente debemos creer en Cristo, sino que debemos creerle a Él cuando dice que puede purificarnos y hacernos celestiales.

Él nos hace saber que mediante Su sangre expiatoria, todo el género humano puede ser salvo (ver A. de Fe 3) y lógicamente, en "todo el género humano" estamos incluidos usted y yo. Así que, en tanto no aceptemos la posibilidad real de ser exaltados en el reino de Dios, no podemos decir que tenemos fe en Cristo, y no podemos decir que creemos. He oído muchas declaraciones en cuanto a la misma duda. Es posible que una persona diga,

"No, obispo, no puedo esperar recibir las mismas bendiciones que los miembros de la Iglesia que son fieles; no puedo aspirar a ser exaltado en el reino de Dios puesto que he cometido pecados horribles. Usted tiene que comprender que hice esto o aquello. Claro que asistiré a las reuniones de la Iglesia y que trataré de mantener viva la esperanza de que el castigo no sea espantoso, pero de ninguna manera puedo recibir la exaltación después de lo que hice."

Un ejemplo típico de este tipo de razonamiento fue el caso de un hombre que una vez me dijo, "Mire, obispo, no creo estar hecho para heredar la gloria celestial". Después de un infructuoso cambio de ideas, un tanto impaciente le dije: "Qué es lo que me quiere decir?
Por supuesto que no está hecho para heredar la gloria celestial. Tampoco lo estoy yo ni lo está nadie. Esa es la razón por la que necesitamos la expiación de Cristo, el cual puede hacernos para que heredemos la gloria celestial. ¿Por qué no admite su verdadero problema; que no tiene ninguna fe en Cristo?" Mi comentario ciertamente le enfadó, ya que había sido de la religión protestante antes de convertirse en Santo de los últimos Días, y tanto como protestante y como mormón, él había creído en Jesucristo. "¿Cómo se atreve a decirme eso?" replicó el hombre. "Yo sé que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios." "Sí", le contesté, "usted cree en Cristo, pero no le cree a Cristo. El dice que puede hacerle para que herede la gloria celestial, y usted tiene la audacia de sentarse allí y decir 'No, no puede'. No tengo duda de que usted cree que Cristo hace promesas que no puede cumplir."

Cada uno de estos casos representa una variación de la misma tétrica idea. Todos se resumen a esto: "No creo que Cristo pueda hacer lo que dice poder hacer. No tengo fe en su capacidad de exaltarme." Si se les preguntara a estas personas en qué consisten sus problemas espirituales, dirían que son X, Y o Z -o sea, ciertos problemas singulares con los que tropezaron en determinado punto de su trayectoria espiritual. Pero en ninguno de estos casos el verdadero problema es X, Y ni Z, ni tampoco es singular, ni tropezaron en algún punto distante de su trayectoria.

El verdadero problema lo tienen frente a la nariz, pues estas cuatro objeciones y muchas otras versiones que se podrían citar, son maneras de simplemente disfrazar el problema básico en sí: falta de fe en el Señor Jesucristo. Estas personas simplemente no creen que el evangelio pueda tener efecto alguno en ellas.

Y a menos que obedezcan el primer principio del evangelio, a menos que tengan fe genuina en Cristo, se privarán del poder y las bendiciones de la fe en Cristo o de los principios que le siguen a la fe: el arrepentimiento, el bautismo y el don del Espíritu Santo.

Aun cuando se consideren a sí mismas miembros de la Iglesia poseedores de experiencia y madurez, lo cierto es que todavía no han nacido espiritualmente. Si sólo creemos en Cristo sin creerle a Él, es como estar sentados en casas frías y obscuras, rodeados de lámparas y calentadores, y creer en la electricidad sin aprovecharla.

Ese tipo de personas a menudo tratan de convencerse a sí mismas y de convencer a los demás que el simplemente creer en la electricidad les proporciona calor y luz, aunque continúan tiritando en la obscuridad en tanto no enciendan la luz y los calentadores. A pesar de que todos nuestros aparatos domésticos funcionen y la instalación esté en perfectas condiciones, mientras no aceptemos el poder mismo de la corriente eléctrica, aún cuando creamos en él en teoría, no podremos disfrutar del efecto e la luz y del calor.

Ésa es la razón por la que la fe genuina en Cristo, o sea, la aceptación activa de Su poder y no la mera creencia pasiva en Su identidad, es y debe siempre ser el primer principio del evangelio.

No importa cuánto aprendamos sobre el evangelio, ni cuánto creamos en teoría, en tanto no aceptemos la realidad de nuestra propia salvación, seguiremos en el frío y en la obscuridad.

Para no escuchar en aquel día el dulce pero también fuerte reproche del Señor a Pedro:


Y al momento Jesús, extendiendo la mano, le sujetó y le dijo: ¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

Mateo 14:31

Nuestra oración es que podamos reflejar en actos lo que expresamos con los labios y que nuestra fe en el Salvador sea cada vez mayor en el nombre de Jesucristo. Amen.

(Extractos tomados de http://librosdeconsultasud.blogspot.com/2011/02/creamosle-cristo-stephen-e-robinson.html )