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lunes, 31 de diciembre de 2012

La fe de un observador Conversaciones con Hugh Nibley

Hugh Winder Nibley (27 de marzo de 1910 - 24 de febrero de 2005) fue un profesor de la Universidad Brigham Young. Sus trabajos -los cuales en su mayoría intentaron dar evidencias arqueológicas, lingüísticas e históricas de las propuestas de Joseph Smith Jr.- aunque no sean posición oficial de la Iglesia de Jesucristo de los santos de los ultimos dias, si son muy tenidas en cuenta por la comunidad.

Escritor y profesor prolífico, de la Biblia y del Libro de Mormón en BYU, tenía fluidez en numerosas lenguas, incluyendo el latín clásico, griego, hebreo, egipcio, copto, árabe, alemán, francés, inglés, italiano y español. Estudió neerlandés y ruso durante la Segunda Guerra Mundial. También estudió inglés antiguo y búlgaro antiguo, y su fluidez en antiguo norse le permitió leer una enciclopedia entera en noruego.

Escribió y dio charlas sobre las escrituras y sobre temas doctrinales, publicó numerosos artículos en las revistas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Su An Approach to the Book of Mormon lo tomó la Iglesia SUD en 1957 como un manual de estudio religioso.

en el video el explica sobre la fe y otros principios del evangelio. un material valioso por su contenido espiritual.





La fe de un observador Conversaciones con Hugh Nibley

domingo, 11 de noviembre de 2012

¿Me amas? Jeffrey R. Holland


Jeffrey R. Holland nació el 3 de Diciembre de 1940 y creció en St. George, Utah. Miemtras crecía le gustaron mucho los deportes especialmente el béisbol y jugó en cada equipo que pudo. El fue alumno de la Escuela Secundaria Dixie donde participó en los equipos que jugaron por el campeonato en basquetbol y fútbol y obtuvo honores en fútbol. Basquetbol, atletismo y béisbol. Patricia Terry, quien mas tarde llegó a ser su esposa, fue una animadora de deportes. Ellos estuvieron de novios por dos años hasta que Elder Holland fue llamado a servir una misión en Inglaterra. Mientras estaba en su misión se dio cuenta que quería seguir una carrera como profesor. Sus padres fueron llamados a servir una misión en Inglaterra al mismo tiempo que él estaba allá. Elder Holland regresó a casa de su misión y se casó con Patricia en el Templo de St. George el 7 de Junio de 1963. Elder Holland se graduó con un bachillerato en Inglés de la Universidad de Brigham Young en 1965 y se le dio la oportunidad de enseñar medio tiempo en la universidad mientras trabajaba en su master. En 1966 terminó su trabajo post-graduado en educación religiosa y empezó a trabajar como maestro de seminario para el sistema educativo de la Iglesia. En 1970, Elder Holland fue aceptado en la Universidad de Yale para terminar su doctorado. Al mismo tiempo fue llamado para servir en la Presidencia de Estaca. Para entonces ellos tenían dos niños, Matthew y Mary Alice. David Frank nació después en 1973. En 1974 Jeffrey R. Holland fue llamado como decano de los Estudios Religiosos de la Universidad de Brigham Young. Luego fue llamado como comisionado de educación de la Iglesia y luego fue llamado Presidente de la Universidad de Brigham Young. Mientras era presidente, condujo un número de projectos y ayudó en la construcción del centro de Brigham Young en Jerusalem. El 1 de Abril de 1989 Jeffrey R. Holland fue llamado al Primer Quorum de los Setentas y el 23 de Junio de 1994 fue llamado un Apóstol.



En este hermoso video el Elder Jeffrey R. Holand le da un sentido de lo que debe ser y hacer un disipulo de Jesucristo, La mejor forma de demostrarle nuestro AMOR a Nuestro Salvador,es apacentando sus Corderos y Ovejas.  Este mensaje es para todos los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días.

Extracto de un Devocional Elder Holland para los Misioneros hecho el 11 de Enero de 2011

 "Y cuando hubieron comido, Jesús dijo á Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Dícele; Sí Señor: tú sabes que te amo. Dícele: Apacienta mis corderos. Vuélvele á decir la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Respóndele: Sí, Señor: tú sabes que te amo. Dícele: Apacienta mis ovejas. Dícele la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Entristecióse Pedro de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y dícele: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo. Dícele Jesús: Apacienta mis ovejas" 
Juan 21:15-17

domingo, 14 de octubre de 2012

El grosellero POR EL ÉLDER HUGH B. BROWN (1883–1975)


El grosellero


“Gracias, Señor Jardinero, por quererme lo suficiente para talarme”.

El grosellero

Algunas veces uno se pregunta si el Señor realmente sabe lo que debe hacer con nosotros; algunas veces uno se pregunta si sabe más que Él acerca de lo que uno debe hacer y debe llegar a ser. Me pregunto si podría contarles una anécdota que tiene que ver con un incidente que tuve durante mi vida en el que Dios me mostró que Él sabe lo que es mejor.
Vivía yo en Canadá, donde había comprado una granja que estaba un tanto deteriorada. Una mañana salí y vi un grosellero que había alcanzado aproximadamente dos metros de altura y estaba llegando a ser casi exclusivamente material para leña. No había ningún retoño ni grosellas. Antes de ir a Canadá, fui criado en una granja frutal de Salt Lake City y sabía lo que tenía que sucederle a ese grosellero, de manera que tomé unas tijeras podadoras, fui hasta el arbusto y lo corté, lo podé y volví a cortarlo hasta que no quedó nada, excepto un montón de tocones. Cuando terminé, empezaba a amanecer y me pareció ver arriba de cada uno de esos tocones algo que parecía como una lágrima, y pensé que el grosellero estaba llorando. Era yo entonces un tanto ingenuo (y todavía no he dejado de serlo por completo), lo miré, sonreí y dije: “¿Por qué estás llorando?”. Pensé haber oído hablar al grosellero y creo que le oí decir esto:
“¿Cómo pudiste hacerme esto? Estaba creciendo tan maravillosamente; estaba casi tan alto como el árbol de sombra y el frutal que se encuentran dentro de la cerca, y ahora me has talado. Todas las plantas del huerto me mirarán con desprecio porque no llegué a ser lo que debí haber sido. ¿Cómo pudiste hacerme esto? Creí que tú eras el jardinero aquí”.
Eso es lo que pensé que había dicho el grosellero y estaba tan convencido de haberlo oído que le respondí: “Mira, pequeño grosellero, yo soy el jardinero aquí y sé lo que quiero que seas. No quería que fueras un árbol frutal ni un árbol de sombra; quiero que seas un grosellero, y algún día, pequeño arbusto, cuando estés cargado de fruta, me dirás: ‘Gracias, Señor Jardinero, por quererme lo suficiente para talarme. Gracias, Señor Jardinero’”.
Pasaron los años y me encontré en Inglaterra, donde era comandante de una unidad de caballería en el Ejército Canadiense Británico. Tenía el rango de oficial de campo y me sentía orgulloso de mi puesto. Luego se presentó la oportunidad para llegar a ser general. Había pasado todos los exámenes y además tenía antigüedad. Con la muerte de un general del Ejército Británico, pensé que esa oportunidad se había hecho realidad cuando recibí un telegrama desde Londres que decía: “Preséntese en mi oficina a las diez de la mañana”, firmado por el general Turner.
Salí rumbo a Londres. Entré con gallardía en la oficina del general y lo saludé de forma apropiada, correspondiéndome él con la misma clase de saludo que un oficial mayor suele conceder, algo así como “¡Quítate de mi camino, gusano!”. Me dijo: “Siéntese, Brown”, y añadió: “Lamento no poder hacer el nombramiento; usted lo merece y ha pasado todos los exámenes; además tiene antigüedad, ha sido un buen oficial, pero no me es posible hacer el nombramiento. Deberá regresar a Canadá como oficial de entrenamiento y transporte”. Aquello por lo que había estado esperando y orando durante diez años quedó repentinamente fuera de mi alcance.
Al rato él pasó a otra habitación para contestar el teléfono y yo encontré sobre su escritorio mi historial militar, al pie del cual estaba escrito: “ESTE HOMBRE ES MORMÓN”. En aquellos días no éramos vistos con buenos ojos. Al ver eso, supe por qué no había sido nombrado. Él regresó y dijo: “Eso es todo, Brown”. Lo saludé de nuevo, pero no con tanta gallardía, y salí.
Abordé el tren y volví a mi pueblo, que estaba a ciento noventa kilómetros de distancia, con un corazón entristecido y con amargura en el alma. El rechinido de las ruedas parecía decir: “Eres un fracasado”. Cuando volví a mi tienda, estaba tan amargado que tiré la capa y el cinto sobre el catre. Elevé los puños hacia el cielo y dije: “¿Cómo pudiste hacerme esto, Dios? He hecho todo lo que estaba de mi parte para prepararme; no hay nada que podría haber hecho, que no hubiera hecho. ¿Cómo pudiste hacerme esto?”. Estaba tan amargado como la hiel.
Luego oí una voz, y reconocí su tono. Era mi propia voz que decía: “Yo soy el jardinero aquí, y sé lo que quiero que hagas”. La amargura abandonó mi alma y caí de rodillas cerca del catre para pedir perdón por mi ingratitud y amargura. Mientras me encontraba ahí, arrodillado, escuché un himno que estaban cantando en la tienda vecina. Un grupo de jóvenes mormones se reunía ahí regularmente cada martes por la noche. Por lo general yo me reunía con ellos; nos sentábamos en el suelo y efectuábamos una reunión de la Mutual. Mientras me encontraba arrodillado, suplicando perdón, oí que sus voces cantaban:
Mas si Él me llama
a sendas que yo nunca caminé,
confiando en Él, le diré:
Señor, a donde me mandes, iré.
Himnos, N° 175)
Me puse de pie convertido en un hombre humilde; y ahora, casi cincuenta años más tarde, miro hacia arriba y digo: “Gracias, Señor Jardinero, por talarme, por quererme lo suficiente como para herirme”. Veo ahora que no era prudente que yo llegara a ser general en ese tiempo, porque si así hubiera sido, habría sido oficial mayor de todo Canadá Occidental, con un atractivo salario vitalicio, un lugar donde vivir y una buena pensión; pero habría criado a mis seis hijas y dos hijos en cuarteles del ejército. Indudablemente se habrían casado fuera de la Iglesia y creo que yo no habría llegado a mucho. De todos modos, hasta ahora no he llegado a mucho, pero he hecho más que lo que habría hecho si el Señor me hubiese dejado ir en la dirección que yo quería.
Muchos de ustedes tendrán experiencias muy difíciles: desaliento, desilusión, aflicción, derrota. Serán probados, pero si no obtienen lo que creen merecer, recuerden que Dios es el jardinero aquí; Él sabe lo que Él desea que lleguen a ser; sométanse a Su voluntad; sean dignos de Sus bendiciones y las recibirán.
Publicado anteriormente en la revista New Era de enero de 1973.
Hugh B. Brown nació en Granger, Utah, y se crió en Alberta, Canadá. Desde 1961 hasta 1970 fue consejero de la Primera Presidencia, de David O. McKay, noveno Presidente de la Iglesia. Fue orador y maestro excepcional, lleno de amor y comprensión por los jóvenes de la Iglesia.


martes, 7 de junio de 2011

Pte. Howard W. Hunter,




"Todos nos enfrentamos a veces con la necesidad de recibir ayuda celestial en alguna forma especial y urgente; todos tenemos momentos en que nos encontramos agobiados por las circunstancias o confusos por los consejos que nos dan otras personas y sentimos una gran necesidad de recibir guía espiritual, una gran necesidad de encontrar el camino correcto y de hacer lo que debemos. Quizás no haya promesa más tranquilizadora que aquella de la ayuda divina y de la guía espiritual en momentos de necesidad. Es un don que recibimos en abundancia del cielo, un don que necesitamos desde nuestra más tierna infancia hasta el último día de nuestra vida."



(Pte. Howard W. Hunter, Liahona enero 1989, pág.61)

domingo, 12 de diciembre de 2010

CAPACITACION MUNDIAL DE LIDERES 2010- Nuevos Manuales de Instrucciones Generales

201011182



La Iglesia presentó un nuevo Manual General de Instrucciones durante la reunión mundial de Capacitación de Líderes del 13 de noviembre de 2010. El manual fue introducido en una capacitación especial en Salt Lake City, Utah, fue fue transmitida vía satélite a 95 países en 22 idiomas. Uno de los principales objetivos del nuevo manual es reducir la carga administrativa que tienen los obispos, que requieren muchas horas de servicio en sus deberes eclesiásticos, además de tener que atender sus ocupaciones laborales y familiares. El Pte. Thomas S. Monson ha dicho que como la Iglesia 
continua su crecimiento y cada vez más líderes laicos necesitan ser capacitados, es importante mantener la integridad de las normas, procedimientos y programas contenidos en el manual. Con el fin de aliviar las  cargas de los obispos, otros  líderes tendrán asignaciones adicionales y más responsabilidades pasarán a los consejos de barrio. Los principios fundamentales contenidos en el  manual son la simplificación y la flexibilidad, cuando sea necesario, en las unidades que carecen de suficientes  miembros para llevar a cabo el programa completo de la Iglesia, mientras que al mismo tiempo, se mantienen las doctrinas y principios esenciales de la Iglesia. El manual consta de dos volúmenes, uno de los cuales se entregará a cientos de miles de hombres y mujeres que llevan sobre sus hombros responsabilidades significativas administrando los programas locales de la Iglesia. Contiene los cambios que se han ido anunciando y publicando en los últimos años. El otro volumen, que contiene unos pocos cambios, será usado principalmente por obispos y presidentes de estaca.Están disponibles los distintos segmentos de la capacitación para ver online 



Mensaje de la Primera Presidencia - Presidente Henry B. Eyring
Reseña - Élder Dallin H. Oaks
Introducción al Manual 2 y principios relacionados - Élder Quentin L. Cook
Análisis de los principios del sacerdocio - Elder Jeffrey R. Holland, Elder David A. Bednar, Elder D. Todd Christofferson
Uniformidad y adaptación - Élder Bruce D. Porter (presentado por el Élder W. Craig Zwick) Preparémonos espiritualmente - Elder Robert D. Hales, Elder Neil L. Andersen, Julie B. Beck, Rosemary M. Wixom
Trabajar con el consejo de barrio - Elder Craig C. Christensen, Julie B. Beck, Elaine S. Dalton, Rosemary M. Wixom, Russell T. Osguthorpe, David L. Beck
Las hermanas en los consejos - Élder Richard G. Scott
Ministrar a los jóvenes - Elder Robert D. Hales, Julie B. Beck, Russell T. Osguthorpe, David L. Beck
Comentarios finales - Élder Russell M. Nelson


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