y
cercas
por el Élder Boyd K. Packer
del Consejo de los Doce Apóstoles.
Me paro frente a este pulpito esta mañana, con una nueva obligación, ansioso quizás como nunca, de tener la influencia el Espíritu del Señor, para que al dirigirme a los padres con hijos porfiados y errantes, pueda tener vuestra fe y oraciones. Hace algún tiempo, un padre que estaba preocupado por serios problemas con su hijo, hizo este comentario:
"Cuando se sale de la casa y no sabemos dónde está, sentimos un dolor que oprime nuestro corazón; pero cuando está aquí, hay ocasiones en que es un dolor de cabeza."
Es tocante al dolor que oprime el corazón que quiero hablar; y me temo que hablo ante una gran congregación.
Casi no existe una vecindad que no tenga por lo menos una madre cuyos últimos pensamientos, oraciones y momentos despierta sean para con un hijo o hija que anda vagando quién sabe dónde. Ni tampoco es mucha la distancia entre los hogares donde un angustiado padre casi ni puede trabajar tranquilamente durante el día sin tener que retraerse una y otra vez, para preguntarse: "¿En qué hemos fallado? ¿Qué podemos hacer para recobrar a nuestro hijo?" Aun los padres con las mejores intenciones, algunos que realmente han tratado, ahora conocen esa angustia. Muchos han hecho todo lo posible para proteger a sus hijos, sólo para darse cuenta que ahora están perdiendo a uno de ellos, porque el hogar y la familia están siendo atacados. Reflexionad sobre estas palabras: Blasfemia Desnudez Inmoralidad Divorcio Pornografía Drogas Violencia Perversión Estas palabras han adquirido un nuevo significado en estos últimos años, ¿no es cierto? El apóstol Pablo le profetizó a Timoteo: "También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. .. "Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, desobedientes a los padres... " (2 Timoteo 3:1-2). La escritura continúa, pero nos detenemos en esta frase que dice: "desobedientes a los padres."
No es nuestro deseo tratar el tema que os causa tanto dolor, ni condenaros como un fracaso; pero estáis fallando, y eso es lo que lo hace doloroso. Si queremos ponerle un alto a este fracaso, debemos hacerle frente a los problemas como éste, pese a lo mucho que nos hiera.
Hace algunos años fui llamado en las tempranas horas de la mañana al lado de mi madre enferma que estaba hospitalizada para tener una serie de exámenes. — Me voy a casa — dijo ella — No seguiré con estos análisis; quiero que me lleves a casa ahora mismo. —Pero mamá— le dije — debes hacerlo. Tienen razones para sospechar que tienes cáncer; y si es como ellos suponen, tienes el más maligno. ¡Qué horror! Se me escapó. Después de todas las evasivas, todas las conversaciones en voz baja, después de todo el cuidado para no mencionar esa palabra cuando ella estaba presente. ¡Se me había salido! Se sentó en la cama y por largo tiempo permaneció en silencio, y luego dijo: — Bueno, si eso es lo que es, así sea, lucharé contra él. Su espíritu danés se había manifestado. Y lo combatió y salió triunfante. Algunos podrán suponer que perdió la batalla contra esa enfermedad, pero salió como una ganadora triunfante y gloriosa; su victoria quedó asegurada cuando afrontó la dolorosa verdad. Fue entonces que su valor comenzó.
Padres, ¿podríamos considerar primeramente la parte más dolorosa de vuestro problema? Si vuestro deseo es el de volver a ganar a vuestros hijos, ¿por qué no cesáis de tratar de cambiarlos sólo por un momento, y os concentráis en vosotros mismos? Los cambios deben comenzar con vosotros, no con vuestros hijos. No podéis continuar haciendo lo que estabais haciendo (a pesar de que pensabais que era lo correcto) y esperar transformar el comportamiento de vuestro hijo, cuando vuestra conducta era una de las cosas que lo producían. ¡Qué horror! ¡Se ha dicho, por fin! Después de todas las evasivas de toda la preocupación por niños testarudos; después de culpar a otros, la cautela de ser pacientes con los padres. ¡Ya ha salido a luz! Sois vosotros, no vuestros hijos, los que necesitáis atención inmediata.
Padres, existe una ayuda sustancial para vosotros, si la aceptáis, pero os advierto que la ayuda que proponemos no es fácil, porque las dosis son iguales a la seriedad de vuestro problema. No hay ninguna medicina que efectúe una cura inmediata. Y si buscáis una cura que ignora la fe y las doctrinas religiosas la estáis buscando donde nunca la encontraréis. Cuando hablamos tocante a principios y doctrinas religiosas, y mencionamos escrituras es interesante, ¿no es cierto? ¿cuántas personas no se sienten cómodas cuando hablamos de eso?, pero cuando hablamos acerca de vuestros problemas con vuestra familia y ofrecemos una solución, entonces vuestro interés se intensifica. Tened la seguridad de que no podéis hablar respecto a una sin hablar acerca de la otra, y esperar resolver vuestro problema.
Una vez que los padres adquieren el conocimiento de que hay un Dios y de que somos sus hijos, pueden afrontar problemas como éste y tener éxito. Si estáis desamparados, El no. Si estáis perdidos, El no. Si no sabéis qué hacer, El sí. ¿Decís que se requeriría un milagro? Bien, si eso es lo que se requiere, ¿por qué no? Os exhortamos a que actuéis primero en un curso de prevención. Hay un poema del autor Joseph Malins, intitulado "La cerca y la ambulancia", el cual trata de los esfuerzos de tener una ambulancia en el fondo de un precipicio para ayudar a los que cayeren en el y concluye con las palabras de un filósofo que sugiere que se debería poner más atención a poner fin a la causa que a reparar los resultados. Presenta el plan de construir una cerca en lo alto del precipicio, y luego aplica esta idea a la juventud declarando que es mejor guiar por el buen camino a los jóvenes, que tratar de enderezar a los viejos; porque, no obstante que es bueno rescatar a los caídos, es mejor prevenir a otros para que no caigan.
Mediante la inmunización prevenimos la enfermedad física. El dolor de corazón o aflicción que ahora os atormenta, quizás en un tiempo podría haberse prevenido con medidas muy sencillas. Afortunadamente, los mismos pasos que son requeridos para prevenirlos, son aquellos que producirán la curación; o, en otras palabras, la prevención es la mejor cura, aun en casos avanzados. Ahora quisiera mostraros un lugar muy práctico y poderoso para comenzar, tanto para proteger a vuestros hijos como en caso de que estéis perdiendo a alguno de ellos, para redimirlo. Tengo en mis manos la publicación Noche de hogar y para la familia. Es el séptimo número de una serie que está a la disposición en todo el mundo en diecisiete idiomas. Si lo repasáis conmigo, encontraréis que esta edición está basada en el Nuevo Testamento, teniendo como tema el libre albedrío; A pesar de que extrae lecciones de los días del Nuevo Testamento, lo que encierra no es exclusivamente de aquella época; corre a través de los siglos y trata particularmente de vosotros mismos, aquí, en el presente. Está bien ilustrada, la mayor parte a todo color, y tiene muchas actividades significativas para las familias con hijos de cualquier edad. Por ejemplo, aquí en esta página (40) hay un crucigrama; y en ésta, (pág. 23) hay un juego divertido que toda la familia puede gozar. Dependiendo de las jugadas que se tengan que hacer, la persona se encontrará en algún punto entre los "Tesoros Celestiales" y los "Placeres Terrenales". Aquí hay una lección intitulada "Cómo se formó nuestra familia" (pág. 58). En ella se sugiere que sería un buen momento para contarles a los hijos la forma en que ustedes se conocieron, se enamoraron y se casaron. Hay que asegurar la participación de ambos padres e ilustrar el relato con fotografías y recuerdos que hayan conservado: el vestido de novia, las invitaciones, fotografías de la boda.
Tal vez sería una buena idea grabar su narración y conservarla para que algún día sus hijos la den a conocer a sus descendientes." Permitidme citar algunos de los otros títulos de las lecciones: "El gobierno de nuestra familia", "Aprendiendo a adorar", "Hablamos palabras de pureza", "Las finanzas de la familia", La paternidad es una oportunidad sagrada", "El respeto a la autoridad", "El valor del buen humor", "Así que te vas a cambiar", "Cuando sucede lo inesperado", "El nacimiento y la infancia del Salvador". Aquí tenemos una que tiene como título "Un llamado a ser libres".
Esta es la sirena que vuestro hijo está siguiendo, ¿sabíais? Esta lección particular incluye una página de certificados oficiales simulados con instrucciones de elegir "para cada integrante de la familia alguna actividad que no haya aprendido a hacer; luego den a cada uno un sobre que contendrá uno de los certificados. .. debiendo firmarlo el padre: 'El presente certificado autoriza a su portador a tocar un trozo musical en el piano como parte de la noche de hogar.' (Naturalmente, el niño nunca ha tenido clases de piano.) Otros certificados podrán incluir: "Pararse sobre la cabeza, caminar sobre las manos, hablar en un idioma extranjero, pintar un cuadro al óleo". Entonces, cuando cada uno responde que no es capaz de hacer lo que se le pide, discutan la razón de por qué no es libre de hacer lo que se le permite. La discusión revelará que "cada persona debe aprender las leyes que gobiernan el desarrollo de una habilidad y luego aprender a obedecer esas leyes. De este modo la obediencia conduce a la libertad." Aquí, bajo las ayudas especiales para familias con niños pequeños, sugiere que pongan automóviles de juguetes sobre la mesa y que se sientan libres de moverlos en cualquier lugar del espacio provisto y en la forma que deseen. Aun la mente de los pequeños pueden ver los resultados de esto. Hay mucho más en esta lección y en todas las demás lecciones especiales; imanes sutiles y poderosos que atraen al niño más cerca al círculo familiar. Este programa ha sido diseñado para una reunión familiar que se verificará una vez por semana. El lunes por la noche ha sido apartado en toda la Iglesia a fin de que las familias se reúnan en el hogar.
Recientemente se impartieron las siguientes instrucciones al respecto: "Aquellas personas responsables por los programas de sacerdocio y auxiliares, incluyendo las actividades del templo, actividades atléticas de los jóvenes, actividades de los alumnos, etc., deben tomar nota de esta decisión, a fin de que esta noche pueda apartarse uniformemente por toda la Iglesia y que las familias estén libres de cualquier actividad de la Iglesia con el propósito de reunirse en la noche de hogar para la familia" (Boletín del Sacerdocio, septiembre de 1970). Con este programa viene la promesa de los profetas, los profetas vivientes, de que si los padres reúnen a sus hijos a su alrededor una vez por semana y les enseñan el evangelio, los hijos de tales familias no se perderán. Algunos de vosotros que no pertenecéis a la Iglesia, y desafortunadamente muchos dentro de ella, podríais tomar un manual como éste sin aceptar completamente el evangelio de Jesucristo, las responsabilidades de ser miembros de la Iglesia y las escrituras sobre las cuales se basa. Se os es permitido hacerlo. (Aun podríamos extenderos un "certificado" que os permitiera criar una familia ideal.)
Pero no obstante, no seríais libres de hacer las leyes. El adoptar un programa como éste sin el evangelio, sería como si uno obtuviera una aguja para inmunizar a un niño contra una enfermedad fatal, pero os negarais a que le inyectaran el suero que podría salvarlo. Padres, es tiempo de que asumáis la dirección espiritual de vuestra familia; si vuestra creencia actual es débil, tened el valor para buscar la verdad. Hoy día está viviendo la mejor generación de jóvenes que jamás haya vi vi do en l a tierra; habéis visto a algunos de ellos sirviendo como misioneros.
Quizás vosotros mismos les habéis negado la entrada a vuestra casa; debéis tratar de encontrarlos. Si no son nada más, son evidencia adecuada de que la juventud puede vivir honradamente, y hay cientos de miles de ellos que
son literalmente santos, Santos de los Últimos Días.
Mi deseo para con vosotros, padres, es inspiraros con esperanza. Aquellos de vosotros, que estáis afligidos, nunca os deis por vencidos; no importa cuan difícil sea, no importa cuan lejos o cuan bajo haya llegado vuestro hijo o hija, nunca debéis daros por vencidos, nunca, nunca, nunca. Deseo inspiraros con confianza. Dios os bendiga, padres afligidos; no hay dolor tan penetrante como aquel que resulta por la pérdida de un hijo; ni gozo tan exquisito como el gozo de su redención. Vengo a vosotros como un miembro del Consejo de los Doce, cada uno ordenado como un testigo especial. Os testifico que poseo ese testimonio. Sé que Dios vive, que Jesús es el Cristo. Sé que a pesar de que el mundo "no le ve, ni le conoce", El vive. Padres afligidos, dad oído a su promesa: "No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros" (Juan 14:17—18). En el nombre de Jesucristo. Amén.
(Discurso pronunciado en la Conferencia general de 1971)
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