que
la langosta
devoró
por el Élder Spencer W. Kimball
Presidente en Funciones del Consejo de los Doce Apóstoles.
Mis estimados hermanos, hermanas y amigos, especialmente nuestros buenos compañeros extranjeros que hablan un idioma diferente: Es un gran gozo estar con vosotros en esta conferencia. Aproximadamente a cien metros de distancia hacia nuestra derecha, se encuentra un hermoso monumento de granito, coronado con una esfera de piedra, y sobre ella, dos gaviotas de bronce. Millones de personas han admirado este monumento al escuchar la dramática historia de la "misericordia de Dios para con los pioneros mormones”.
Las alas de los pájaros de bronce están extendidas así como las grandes ramificaciones de la Iglesia, con el fin de cubrir a la gente del mundo; y el globo de granito es la representación profética de la Iglesia mundial y un recordatorio de la visión de Daniel tocante a la piedra cortada del monte, no con manos, que rodará hasta que haya henchido toda la tierra. (Véase D. y C. 65:2.)
En las placas conmemorativas se hace referencia a la historia de las tierras vírgenes del desierto, a las yuntas de bueyes, a los campesinos que labraban y sembraban semilla. Muestra la invasión de los despiadados insectos y la desesperada batalla representada por un hombre que se hinca en la tierra, indiferente, con las manos caídas y la cabeza agachada. La desesperación se ha apoderado de él. La mujer también luce abatida, con una apariencia patética en la fatiga de su cuerpo, con la cabeza elevada hacia los despiadados cielos.
Pueden distinguir las gaviotas a lo lejos; ¿vienen para complementar la devastación? Se representa la conquista de éstas y las cosechas del grano que quedó intacto; se había prevenido una carestía total. La calamidad egipcia no fue la primera, ni el desastre mormón fue la última invasión de los grillos, las langostas o las orugas. Hace años, cuando nos encontrábamos en Australia, frecuentemente oíamos la frase de un hombre que "no pudo con el paquete". Después llegamos a enterarnos que esa frase tenía un significado similar a una que nosotros usamos a menudo: "No dio el kilo", o "Se le pasó el tren".
Al leer las antiguas Escrituras, encuentro que aquella gente caracterizaba una situación así con la frase: "Los años que comió la langosta" (Joel 2:25). Sabemos que la langosta pertenece a una gran familia de insectos con agudas antenas, largas patas traseras y muslos gruesos que producen el familiar ruido cuando se rozan con las alas. Se crían en el fondo de los ríos secos y regiones soleadas, y se multiplican a un grado asombroso, inundando el aire y obstaculizando la luz del día. Nubes de estos insectos han infectado la parte occidental de los Estados Unidos, así como muchas otras partes del mundo, ocasionando billones de dólares en daños y ruinas.
También han causado numerosas temporadas de hambre y la muerte de un gran número de personas. Estos insectos, como lo fueron los grillos en Utah, tuvieron mucho que ver en la historia egipcia: Moisés y Aarón le suplicaron y amenazaron al Faraón para que libertara a los esclavos. El monarca era obstinado, engañoso y porfiado. Durante el tiempo que sufrían con cada plaga, hacía la promesa de que lo haría, pero cuando éstas desaparecían, ignoraba las promesas que había hecho. Moisés amonestó: "Jehová el Dios de los hebreos ha dicho así: ¿Hasta cuándo no querrás humillarte... ? Deja ir a mi pueblo para que me sirva" (Éxodo 10:3).
Entonces vinieron las plagas cuando "todas las aguas que había en el río se convirtieron en sangre" y cuando "subieron ranas que cubrieron la tierra de Egipto" cuando "vino toda clase de moscas molestísimas"; cuando "el polvo de la tierra... se volvió piojos" cuando las cenizas que esparció Moisés causaron "sarpullido que produjo úlceras tanto en los hombres como en las bestias." Entonces "Jehová hizo tronar y granizar, y el fuego se descargó sobre la tierra;... Y aquel granizo hirió . . . todo lo que estaba en el campo... toda la hierba... y desgajó todos los árboles del país." "El lino, pues, y la cebada fueron destrozados, porque la cebada estaba ya espigada, y el lino en caña" (Éxodo 7:20; 8:6, 24, 17, 9:10, 23, 25, 31).
Después del repetido rechazo del Faraón, Moisés habló las palabras del Señor: " . . . Deja ir a mi pueblo... y si aún rehúsas. .. he aquí que mañana yo traeré sobre tu territorio la langosta" (Éxodo 10:3—4).
"Sacarás mucha semilla al campo, y recogerás poco, porque la langosta lo consumirá. " (Deuteronomio 23:38. Cursiva agregada).
" . . . y al venir la mañana el viento oriental trajo la langosta. " . . . y oscureció la tierra; y . . . no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo, en toda la tierra de Egipto" (Éxodo 10:13, 15).
Lo que dejó el saltamontes se lo comió la angosta, y lo que ésta dejó, se lo comió la oruga; y de esta manera se perdió otra cosecha. Al recordar "los años que la langosta devoró", reflexioné en los fines de semana perdidos y los años desperdiciados de muchas personas.
En otro día recibimos una carta de un hombre que se había bautizado un año antes. A continuación cito de la misma: "Mucho les agradecería suprimieran mi nombre del registro de la Iglesia. Considero que los. .. requisitos de la misma son demasiados. Recibí la enseñanza de parte de los misioneros, inmediatamente después de lo cual se preparó mi bautismo. No siento pesadumbre al haberlo hecho, ya que una experiencia educativa. "Finalmente, pude darme cuenta en lo que me había metido. No me fue posible abandonar el tabaco, el licor, el café y el té negro. . . ya que despertaba en mí una ansiedad mayor que la que podía soportar. Mi personalidad requiere aceptación. . . y me siento fuera de lugar cuando no puedo participar de los placeres que gozan mis compañeros. "Asimismo, me parece imposible dar tres a cuatro horas de mi tiempo los domingos, y la décima parte de mis ingresos. Esto va en contra de mi naturaleza básica. . . "Siento mucho haberles causado este inconveniente. Nadie debe sentirse responsable. .. ya que fue mi decisión. Espero que puedan disculparme. . . mi decisión está tomada."
Verdaderamente su decisión era digna de lástima. Los años continúan su curso y, hablando en sentido figurado, las langostas, los saltamontes y las orugas se los han comido, mientras él vuelve al mundo. Contrario a esto, por lo general los miembros de la Iglesia no se molestan al dedicar cuatro o cinco horas de devoción en el día del Señor, o al dar la décima parte de sus ingresos y abstenerse de los vicios. Marden dice: " . . . el molino nunca puede moler con el agua que ya ha pasado" (Orison S. Maren, Pushing to the Front, Vol. 1, pág. 13).
Hace algunos días, los miembros de una familia que se había bautizado recientemente, estrecharon con alegría mi mano. Les pregunté cuánto tiempo hacía que eran miembros de la Iglesia, a lo cual respondieron: "Dos meses." Entonces, con entusiasmo y pesadumbre, comentaron: "¡Y pensar que todos estos años podríamos haber sido tan felices en la Iglesia!" Las langostas se habían devorado esos años. Alguien dice: " '¡Oh, si hubiera!' o '¡Oh, si no hubiera!' es el mudo llanto de muchos que darían la vida misma por la oportunidad de volver a enmendar un gran error perdido" {Marden, pág. 15).
En 1834, el profeta José Smith estaba organizando un sumo consejo. El siguiente relato proviene de L. D. Young:
". . . Cometí un grave error, y deseo dejar un registro del mismo a fin de que sea una lección para los demás. El profeta me pidió que ocupara un lugar con los hermanos que habían sido seleccionados para formar parte de este (sumo) consejo. En lugar de hacer lo que me pedía, me puse de pie para disculpar mi inhabilidad de cumplir una posición de tanta responsabilidad, manifestando, como yo creo, considerable seriedad en el asunto.
Entonces el profeta dijo que él únicamente deseaba que yo ocupara el puesto, pero viendo que continué poniendo excusas, llamó a otro para que lo ocupara. Yo pienso que ésta es la razón por la que nunca volvió a llamarme para desempeñar un puesto importante en el sacerdocio. Desde entonces he aprendido a ir a donde me llamen y no poner mi juicio contra el de aquellos que son llamados para guiar en este reino."
Las langostas hicieron su trabajo. Reflexionad en los años de oportunidad que dejó para este hombre. Conozco a un individuo que estaba muy preocupado cuando su presidente de estaca lo invitó a ser el obispo de un barrio. El rostro le palideció y se las arregló para balbucear una excusa. Rechazó el gran privilegio de ser un juez en Israel, el padre de un grupo de personas, un líder entre los hombres. El presidente de estaca, pensando que esa reacción era solamente timidez y un sentimiento de insuficiencia trató de persuadirlo, pero su decisión estaba tomada. Desde ese entonces ha habido muchos días que "devoró la langosta".
En este respecto, también pienso acerca de los Sidneys Rigdon, los Oliverios Cowdery y los Martins Harris, y las muchas otras personas que le cerraron las puertas a las oportunidades.
"Recuerda las cuatro cosas que no vuelven más: la palabra hablada, la flecha disparada, la vida pasada y las oportunidades desperdiciadas" (Marden, pág. 67).
Un joven que era un fiel miembro de la Iglesia se enamoró perdidamente de una hermosa señorita que no era miembro de ella, y cuando su cortejo llegó al grado de convertirse en un estado matrimonial, se llegó al acuerdo de que sería uno civil, "hasta que la muerte os separe". El objetó débilmente, pero ella se salió con la suya; el templo y el casamiento por las eternidades no tenía ningún significado para ella. El esperaba que algún día la convertiría a 1a Iglesia, pero los años trascurrieron a pasos agigantados, y los hijos nacieron y crecieron sin el evangelio.
Las oportunidades pasaron; los años se habían perdido, años que nunca se volverían a recuperar, porque el tiempo vuela en las alas del relámpago y no se puede volver a recobrar. ¿Eran estos los años de la langosta?
Shakespeare escribió: "Existe una marea en los asuntos humanos que, tomada en pleamar, conduce a la fortuna; pero, omitida, todo el viaje de la vida va circuido de escollos y desgracias. En la pleamar flotamos ahora, y debemos aprovechar la corriente cuando es favorable, o perder nuestro cargamento" {Julio César, Acto IV, Escena III).
La langosta siempre ha estado en todas partes. La civilización se encuentra roída por la oruga. Benjamín Franklin1 dijo: "¿Amas la vida? Entonces no gastes pródigamente el tiempo, porque ese es el ingrediente del que ésta se compone." Y alguien ha dicho: "La eternidad en sí no puede restaurar la pérdida de un minuto" (Diario Antiguo).
Cuando era niño, me impresionó mucho un casamiento civil de una joven pareja. El era un apuesto galante de buena posición económica quien tenía un fino caballo que tiraba de un calesín con ruedas de hule. Ella provenía de familias acomodadas, de manera que su vestuario y popularidad despertaban la envidia de las demás muchachas. Su matrimonio fue lo que podríamos llamar un espectáculo. Las familias de ambos habían sido numerosas, pero la primera resolución de éstos fue que "no tendrían hijos".
Se llevó a cabo una cierta clase de cirugía y nunca hubo hijos en ese hogar. Su diversión continuó: bailes, excursiones y fiestas. Con el transcurso de los años, vi su soledad y envejecimiento; él falleció primero. Ella vivía en la calle principal del pueblito, y diariamente caminaba a la oficina de correos y a la tienda. Los años volaron trayendo consigo una espalda encorvada y un paso lento acompañado con un bastón. La soledad la rodeaba; sus hermanos y hermanas estaban demasiado ocupados con sus familias, y las visitas que le hacían se volvían menos frecuentes y más cortas. En aquel entonces no había radio o televisión, y la lectura tuvo que limitarla a consecuencia de que estaba quedándose ciega. La gente la veía con menos frecuencia y ni siquiera la echaban de menos. Un día, alguien la encontró; había estado muerta por varios días. Sola en su muerte, como había estado durante su vida; no había hijos amorosos y obedientes que le dieran sepultura; no hubo lágrimas ni lamentos.
Habían sido años malgastados. ¿Fueron años que se comió la langosta? Alguien dijo: "El destino no está a tu alrededor, sino en tu interior; "Tú debes convertirte en ti mismo". (Marden, pág. 404).
El descuido de no prevenir da como resultado la infructuosidad y la esterilidad. El destino azota ál hombre con sus alas pero, en gran parte, nosotros trazamos nuestro propio destino, Karl G. Maeser nos proporciona este pensamiento:
"Y los libros serán abiertos y un ángel de la guarda estará a un lado y cuando abra el libro, dirá: 'Mira', y yo lo miraré y le diré, 'Qué hermoso', Y el ángel dirá. 'Eso es lo que podrías haber sido, y luego dará vuelta a la hoja y dirá: "Esto es lo que has sido."
El mundo está lleno de oportunidades que no se han aprovechado. Muchos de los discursos que se han pronunciado en esta conferencia han sido acerca de personas que no aceptaron el evangelio cuando les fue presentado; de estudiantes que abandonan la escuela, la universidad y el empleo; de desgracias a causa de las drogas y la inmoralidad; de fracasos al no aceptar el servicio de la iglesia y en la comunidad, de rechazar una misión proselitista, de la sustitución de un matrimonio permanente y eterno por uno temporalmente civil; del uso de la "pastilla", el aborto y otros medios de dañar o destruir la familia, de la vida del hogar, como una forma vital para preservar nuestra civilización.
Todo esto nos hace recordar que no obstante que estamos en el mundo, no es necesario que seamos del mundo. Que podamos aprovechar nuestras oportunidades, vivir el evangelio plenamente y que nos preparemos para la eternidad de gloria, la cual es nuestro posible destino, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
(Discurso dado en la Conferencia General de 1970).
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