sábado, 15 de enero de 2011

Lo mismo que sembramos, cosechamos por el Élder Richard L. Evans del Consejo de los Doce Apóstoles.

Lo mismo
que
sembramos,
cosechamos
por el Élder Richard L. Evans
del Consejo de los Doce Apóstoles.


Presidente Smith; mis amados hermanos y hermanas, todos los hijos de nuestro Padre dondequiera que os encontréis: Este joven y escogido pueblo, cuya música hemos escuchado, trae a mi mente a todos aquellos otros que, por todo el mundo, buscan un modo de vivir. Si lo que sigue a continuación llega a los corazones de ellos y a los de vosotros, será a causa de la fe y las oraciones de todos. Ruego porque esto pueda ser así. Viene a mi mente el recuerdo de una madre preocupada con lo que su hija hacía o dejaba de hacer con sus talentos y oportunidades, hasta que un día tomó a su hija de los hombros y la sacudió impacientemente diciendo: "Ya te di la vida; ahora, ¡haz algo con ella!"

Imaginémonos, a Nuestro Padre Celestial, expresando más o menos lo mismo: Yo les he dado la vida, ¡ahora  hagan algo con ella! ¡Obtengan el mayor provecho de ella! Les he dado el tiempo, la inteligencia, la buena tierra y todo lo que ella ofrece, ¡utilícenlos! Uno de los desperdicios más grandes en el mundo es la pérdida de tiempo, de oportunidades, de esfuerzo creativo; la indiferencia para aprender, indiferencia para trabajar; el qué importa, el dejar la escuela antes de graduarse; la actitud de: "¿Y para qué?, todo es inútil, etc."

Y uno de los más constantes factores en la vida, uno que pueda reducir las inquietudes, las protestas y el descontento, podría ser usado por todos nosotros en múltiples formas útiles; como lo mejor de nuestra capacidad, con la conciencia de que nuestro Padre Celestial, de algún modo en alguna ocasión nos sacude y dice (y lo ha hecho tantas veces, más de lo que nosotros podemos notar): "Yo les he dado la vida. ¡Ahora hagan con ella lo mejor que puedan! Cuando nuestro Padre expulsó a nuestros primeros padres del Jardín de Edén, declaró, como leo aquí, el principio relativo al trabajo: "Con el sudor de tu rostro comerás
el pan..." (Génesis 3:19) "...maldita será la tierra por tu causa", dijo él. (Génesis 3:17: cursiva agregada.) Por tu causa, el trabajo es un principio, un privilegio, una bendición, no una maldición, sino una necesidad esencial y absoluta, física y espiritual. Gran parte de las inquietudes y dificultades de parte de la juventud provienen del hecho de que ellos están excesivamente alejados de los desafíos y asignaciones importantes, con lo que se hace énfasis en la ociosidad y el trabajar cada vez menos.

Aunque una persona tenga toda las riquezas que desea, de todas maneras necesita trabajar para beneficio de su alma, y lo mismo sucede con aquellos que han aprendido a vivir moderadamente.

El trabajo es una necesidad física y espiritual. Cualquiera; joven o viejo, estaría inquieto si no toma parte activa en obtener las buenas cosas; un bueno y remunerado trabajo. Algunos no saben de dónde vienen las cosas, ni cómo las consiguieron ellos. Es tan fácil ir al almacén o al mercado sin darse cuenta de la tarea que significa el arar y plantar, el hacer y producir, o lo que sea necesario para traer las cosas.

Algunos tienen que hacerlo todo, no sólo lo fácil y agradable, sino aun toda tarea rutinaria y tediosa. Algunos tienen que hacerlo todo completamente. Tenemos que enseñarles a nuestros jóvenes las realidades económicas de la vida así como los hechos morales y espirituales; qué significa producir, qué significa ser responsable al pagar una nómina de empleados, qué significa economizar, qué significa ser solventes, no deberle dinero a nadie.

Pienso en aquellos que proporcionan trabajo completo y productivo a otros, ellos en cierto modo son héroes. Que Dios los bendiga. Ahora trataré dos o tres temas diferentes: Tenemos las leyes de la vida. Tenemos normas dadas por Dios, percibimos los resultados de la forma en que empleamos nuestra vida, y justificamos nuestros actos, no cambia el resultado. La virtud todavía es virtud y el mal todavía es mal.

Yo vengo a vosotros hoy con una sencilla afirmación: Dios no trata con teorías.  "Yo sé que este mundo está regido por una Inteligencia  Infinita", dijo Tomás Alva Edison: "Se requirió una Infinita Inteligencia para crearlo y se requirió una Infinita Inteligencia para conservarlo en su curso... esto es matemático en su precisión."

Las estaciones, el brillo del sol, el brote y crecimiento de las semillas, el calor y el frío, la vida de un niño, la cosecha que hemos logrado, éstas no son teorías, y la misma autoridad que rige el universo con tal precisión, también nos dio mandamientos que guardar, mandamientos que están vigentes aún. Yo no sé dónde podría ir en busca de una manera de vivir llena de buenos propósitos, excepto la manera prescrita por el Administrador del cielo y de la tierra. Después de todo, ¿a qué pequeña inteligencia seríamos? El no nos ha dado mandamientos que no sean necesarios y yo testifico a vosotros que las leyes morales y espirituales, tienen tanta fuerza como las leyes físicas y que cada persona va a cosechar lo que siembre. Hay una declaración de William James, que el presidente McKay ocasionalmente le gustaba citar:

"Rip Van Winkle, en una obra de Jefferson, se excusaba a sí mismo por cada error cometido diciendo: "Este error no cuenta." Bien, él podría no contarlo, y bondadoso el cielo podría no contarlo, pero aun así cuenta. En sus células y fibras nerviosas las moléculas lo están asimilando, registrando y anotando, para usarlo en contra de él mismo". (The Laws of Habits).

Ya que así es, gracias a Dios por el principio del arrepentimiento, un principio que nos dona porque sabe que lo necesitamos. Pero nuestro arrepentimiento debe ser sincero y no de esa clase que se mantiene repitiendo los mismo tontos y absurdos errores. Debemos cambiar de las débiles o tercas malas acciones a un arrepentimiento honrado y resuelto, si queremos tener paz y felicidad en la vida. El mal es crudo, lujurioso, atrevido, descarado y codicioso, pero no hay ganancia en los bienes de este mundo, que amerite comprometer la vida o la moral de una persona joven.

Nosotros no debemos patrocinar el mal en ningún grado, sino dedicarnos a crear un ambiente limpio y sano en nuestro hogares, comunidades o nuestro país. De muchas maneras podemos tener un mejor ambiente moral y físico si realmente lo deseamos. De múltiples formas podemos sostener y pagar lo que deseemos. Pero no podremos hacerlo en la indiferencia. Y cada uno se dará cuenta de los resultados de lo que hace y piensa; el resultado de cómo vive su vida.

Y para vosotros , mis amados jóvenes de todo el mundo, a vosotros que andáis en busca de respuestas, vosotros que habéis cometido errores, vosotros que habéis sido mal guiados, que habéis recibido una descuidada y adversa influencia; no dejéis que el orgullo, los malos hábitos, apetitos y obstinaciones se metan en el camino de las más grandes posibilidades de vuestra vida. La juventud pasa rápido. Los años menguantes vienen más pronto de lo que uno piensa y luego hay que dejar esta vida y entrar al futuro sempiterno.

Vivid así para estar en paz, amados jóvenes amigos, sed limpios.

Limpio es una de las más maravillosas palabras.

Sed apacible. Nadie puede estar apacible sin ser limpio.

La vida puede ser sana con una paz interior y una sólida esperanza mientras vosotros vivís la ley, guardando los mandamientos y humillándoos ante el Padre. Vivid de modo que podáis veros de frente en el espejo, que podáis dar la cara a vuestro Padre Celestial y a todos los hombres en todas partes.

Cada uno de vosotros es precioso e inapreciable. Cada uno de vosotros es su propio capital. La vida es todo lo que vosotros tenéis. Sed buenos, sed virtuosos, respetad y quered a vuestros padres.

Haced elecciones por medio de la oración. Amad y servid sinceramente. Vivid con dignidad, honestidad y honor. Respetad los hechos; probadlos por las normas que Dios nos ha dado. Vivid por la ley y el evangelio de nuestro Señor y Salvador, esto os llevará a la paz y felicidad y a las más altas posibilidades de vida eterna. Recordad, oh, recordad mis amados jóvenes amigos, que nuestro Señor y Salvador no os ha engañado. El no ha dicho que haya un camino amplio, un camino fácil, o que pueda ser alcanzado por medio de la indiferencia o la indulgencia. El nos ha dicho justa y directamente: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan" (Mateo 7:13-14).

No hay ningún descuidado y fácil atajo, que alguien que sepa lo que hace, quiera realmente tomar. Doy a vosotros mi testimonio de que Dios vive, y que ésta es su obra, su Iglesia, su plan y propósito para sus hijos, restaurada para todos aquellos que sinceramente lo buscan y lo aceptan; y El entrará en vuestras vidas tan profundamente como vosotros lo permitáis. Y a vosotros, sus hijos en todas partes del mundo, él os está diciendo: "Yo les di la vida, ahora hagan lo mejor que puedan con ella." Toma bastante tiempo hacer un mundo bello. Toma mucho tiempo hacer una vida bella, pero el proceso de destrucción, puede hacer en un instante un gran daño.

Oh, mis amados jóvenes amigos, nuestro Padre Celestial no trata con teorías. Lo que él ha dicho es así. Confiad en El. Confiad en El que os dio la vida, para deciros la verdad: ¿En quién otro podríais confiar? ¿A qué otra persona os podríais volver? Respetaos vosotros mismos, respetad a los otros, respetad la vida, respetad la ley. Sed fieles, sed justos, sed productivos, vivid para ser limpios y apacibles, la vida es lo único que tenéis. Oh, hacer lo mejor de ella, con limpieza, honor y honestidad. No viváis vuestra vida en oposición a la verdad. "El mensaje que tengo para vosotros", dijo Tomás Alva Edison en su último dirscurso público "es: ¡Sed valerosos!

Yo he vivido largo tiempo. He visto la historia repetirse una y otra vez... Sed tan valiosos como vuestros padres lo fueron antes de ustedes. ¡Tened fe! ¡Id hacia adelante!" Dios os bendiga y la paz sea con vosotros este día y siempre, lo ruego en el nombre de Cristo nuestro Señor y Salvador. Amen.

(Discurso dado en la Conferencia General de 1971)

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